Transcurría una mañana nublada en el reinado sureño de Judá. El malvado rey Ocozías se encontraba dirigiendo al país, el cual se mantenía en guerra con el rey de los arameos Hazael. Como era la costumbre, los reyes dirigían las estrategias de combate y participaban eventualmente en los enfrentamientos. Pasaron las horas y los informes que llegaban al palacio, procedentes del campo de batalla no eran alentadoras: el rey Ocozías había sido herido en acción. Se activaron las alarmas y se echaron a andar los protocolos de emergencia: un equipo militar de recate saldría a la búsqueda del rey para auxiliarlo. Lamentablemente, a pesar de los esfuerzos, horas más tarde se confirmaría la trágica noticia: el rey había muerto. En este momento, muchos pensarían que este es el peor escenario posible. No es para menos, la muerte de un dirigente nacional no es un asunto trivial. El país quedaba a la deriva, sin rumbo político. Pero si ustedes piensan que efectivamente estamos viendo la situación...