Vivimos uno de los tiempos más difíciles que podamos recordar. Nuestras iglesias han cerrado, la economía se ha venido abajo, existe escasez laboral y se vislumbran pocas oportunidades en el horizonte. Sin duda, podemos equiparar esto con un desierto.
En la Biblia, los desiertos son lugares donde Dios nos introduce para tratar con nuestro corazón. Pero también es el sitio donde recibimos promesas, instrucción y confirmación de Dios. En el desierto, Moisés le dijo al pueblo:
"Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque Él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día". Deuteronomio 8:18 (RVR 1960).
En el momento que se escribió este pasaje, Israel estaba a las puertas de la tierra prometida. Sobre este lugar se escribe que había en ella ciudades grandes y buenas, casas llenas de todo bien, cisternas, viñas y olivares (Deuteronomio 6:10-12). El Señor también les instruyó que edificaran buenas casas y les prometió que sus vacas y ovejas se aumentarían, que la plata y el oro se multiplicaría, al igual que todas las cosas que tuvieran (Deuteronomio 8:12-13). Pienso que Dios les mencionó todo esto porque Su intención era que Su pueblo se estableciera permanentemente
El autor no le está hablando a todo el pueblo de Israel, sino solo a aquellos que sobrevivieron el duro proceso del desierto. El profeta sabía que no entraría
con ellos y que era su última oportunidad de instruir al pueblo de Israel. Por
este motivo, comienza la redacción de Deuteronomio recordándoles los pasajes más significativos de su
historia y las lecciones que jamás debían olvidar. Entre ellas se encuentra la misión de los doce espías.
Todos conocemos esta historia.
Doce príncipes de Israel, uno por cada tribu, se introdujeron en secreto para
reconocer el terreno que habrían de conquistar. Diez de ellos regresaron con un informe pesimista, enfatizando el tamaño y el poder de los gigantes. Sólo dos volvieron con un reporte que resaltaba el poder de Dios; uno de estos hombres era Caleb, hijo de Jefone. Dios se enojó por la actitud del pueblo y sucedió lo siguiente:
"Y oyó Jehová la voz de vuestras palabras, y se enojó, y juró diciendo: No verá hombre alguno de estos, de esta mala generación, la buena tierra que juré que había de dar a vuestros padres, excepto Caleb hijo de Jefone; él la verá, y a él le daré la tierra que pisó, y a sus hijos; porque ha seguido fielmente a Jehová". Deuteronomio 1:34-36 (RVR 1960).
En el pasaje de arriba, Dios habla de una mala generación. En el relato del libro de Números, el Señor dijo que todas las personas mayores de veinte años perecerían en el desierto:
"En este desierto caerán vuestros cuerpos; todo el número de los que fueron contados de entre vosotros, de veinte años arriba, los cuales han murmurado contra mí". Números 14:29 (RVR 1960).
Pero Caleb tenía 40 años cuando fue a reconocer la tierra:
“Y los hijos de Judá vinieron a Josué en Gilgal; y Caleb, hijo de Jefone cenezeo, le dijo: Tú sabes lo que Jehová dijo a Moisés, varón de Dios, en Cades-barnea, tocante a mí y a ti. Yo era de edad de cuarenta años cuando Moisés siervo de Jehová me envió de Cades-barnea a reconocer la tierra; y yo le traje noticias como lo sentía en mi corazón”. Josué 14:6-7 (RVR 1960).
La razón por la que Caleb pudo entrar a la tierra prometida es porque había en él un espíritu diferente:
“Pero a mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y decidió ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su descendencia la tendrá en posesión”. Números 14:24 (RVR 1960).
En esta secuencia de versículos deducimos un principio importante: Dios clasifica a las generaciones en función del espíritu que hay en ellas. Es muy importante vigilar la condición de nuestro espíritu porque de esto depende poseer las bendiciones que Él ha preparado para nosotros.
El Señor ha prometido a Su iglesia que después de la pandemia, vendrá sobre la tierra el mayor avivamiento de la historia, acompañado de bendiciones en todas las áreas, entre las que se incluye la financiera. Esta promesa no es para todos. Sólo es para aquellos que decidan tomarla.
Dios no nos introdujo al desierto para matarnos. Nos trajo aquí para prepararnos para lo que viene: un nivel mayor de bendición. Este es el propósito del desierto. Por eso es importante que cuidemos nuestro corazón y permitamos que Dios nos haga objeto de Su bendición. Sólo Él puede renovar nuestro espíritu:
"Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí". Salmos 51:10 (RVR 1960).
En la actualidad, las promesas que el Señor hizo a Israel están vigentes. Todas son sí y amén en Él:
"Porque todas las promesas de Dios son en Él Sí, y en Él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios". 2 Corintios 1:20 (RVR 1960).
Pero nunca perdamos de vista que aunque todas las cosas nos han sido dadas, el objetivo de Sus promesas es transformarnos a la imagen de Jesús:
"Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por Su divino poder, mediante el conocimiento de Aquel que nos llamó por Su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser partícipantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia". 2 Pedro 1:3-4 (RVR 1960).
Encuentro al menos tres razones por las cuales una generación entera no entró a la tierra prometida:
1) Eran idólatras. "Cuando el pueblo vio que Moisés tardaba en bajar del monte, la gente se congregó alrededor de Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos un dios que vaya delante de nosotros; en cuanto a este Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido". Éxodo 32:1 (RVR 1960).
2) Eran incrédulos. "A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, y dije: Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido mis caminos. Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo. Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo". Hebreos 3:10-12 (RVR 1960).
3) Eran quejumbrosos. "Y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud". Éxodo 16:3 (RVR 1960).
"Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: !!Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos! ¿Y por qué nos trae Jehová a esta tierra para caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto?". Números 14:2-3 (RVR 1960).
Lo mismo puede suceder con la iglesia en este desierto. Puede que no seamos entendidos, terminemos la pandemia de COVID-19 y continuemos caminando en el error. ¡No nos desviemos! Miremos a Cristo y dejémonos transformar. Este es el momento para arrepentirnos; pidamos perdón por nuestros pecados y abracémonos de Su gracia.
"Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi Nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra". 2 Crónicas 7:14 (RVR 1960).
"Si tú dispusieres tu corazón, y extendieres a él tus manos; si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de ti, y no consintieres que more en tu casa la injusticia, entonces levantarás tu rostro limpio de mancha, y serás fuerte, y nada temerás; olvidarás tu miseria o te acordarás de ella como de aguas que pasaron. La vida te será más clara que el mediodía; aunque oscureciere, será como la mañana. Tendrás confianza, porque hay esperanza; mirarás alrededor, y dormirás seguro. Te acostarás, y no habrá quien te espante; y muchos suplicarán tu favor". Job 11:13-19 (RVR 1960).
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