Salmos 31:15 menciona que en la mano del Señor se encuentran nuestros tiempos. El manejo del tiempo por parte de Dios ha sido objeto de estudio por muchas personas a lo largo de la historia. Incluso se dice en 1 Crónicas 12:32 que los hijos de la tribu de Isacar “eran entendidos en los tiempos”. Aunque creo firmemente que uno de los deseos en el corazón de Dios consiste en que distingamos las distintas épocas del cielo que se manifiestan en la tierra, existen de acuerdo con Hechos 1:17, cosas para las cuales “no nos toca conocer los tiempos ni las sazones” de Dios.
Lo que sí puedo hacer hoy, por gracia de Dios, es ejemplificar un caso en el que Dios apresura los tiempos para tratar con Su iglesia. Antes de abordar la vida de José, quiero mencionar lo que el Señor le dice a Jeremías:
“Vino entonces a mí la palabra del Señor, diciendo: “Qué ves tú Jeremías? Y yo respondí: Veo una vara de almendro. Y me dijo el Señor: Bien has visto, porque yo velo (apresuro) mi palabra para cumplirla”. Jeremías 1:11-12.
El almendro tiene la peculiaridad de florecer en enero cuando otros árboles están reposando en el invierno. Da su fruto en marzo justo al inicio de la primavera justo cuando otros árboles apenas comienzan a brotar.
Dios apresura Su Palabra para hacernos semejantes al almendro, que es capaz de florecer y fructificar en épocas y circunstancias que para la mayoría son hostiles e imposibles. Digo esto porque así ocurrió precisamente con la vida de José.
“Entonces Faraón mandó llamar a José, y lo sacaron del calabozo aprisa; y después de afeitarse y cambiarse sus vestidos, vino a Faraón”. Génesis 41:14 (RVR 1960).
Conocemos perfectamente la vida de José: Fue vendido por sus hermanos, llevado a servir en la casa de un general egipcio y posteriormente encarcelado injustamente. Durante su estancia en la cárcel interpretó atinadamente los sueños del copero y del panadero del Faraón, por lo que le pidió el favor al primero de interceder por él al rey para salir de la prisión. Este hombre olvidó la petición de José y permaneció aproximadamente dos años a la espera… Hasta que Dios intervino en la historia agitando el espíritu de Faraón con dos sueños.
Como consecuencia, las cosas se acomodaron para que el máximo dirigente de Egipto conociera de José y lo mandara a traer apresuradamente. El máximo líder del imperio más poderoso del mundo ¡quería ver inmediatamente a José! José no lo tuvo que buscar, sino que lo buscaron a él.
En un abrir y cerrar de ojos, la historia de José cambió dramáticamente porque vivió lo que conocemos como el derrepente de Dios… Pero aquí debemos aclarar algo: A pesar que Dios desea cumplir Su Palabra para bendecirnos, esta clase de aceleración de los tiempos no es para cualquiera. Por eso quiero compartir dos claves que encuentro en esta historia para ser promovidos como José:
1) José mantuvo una actitud de servicio. Génesis 39:23 dice que Dios prosperaba todo lo que José emprendía y hacía por encargo del jefe de la cárcel. Por otra parte, Génesis 40:4 dice que cuando José fue puesto en la cárcel, servía al copero y al panadero que habían sido encarcelados por el Faraón. Aquí podemos señalar que es fácil mantener una actitud correcta de servicio cuando se trabaja con las comodidades necesarias y se atiende a gente agradable. Pero en el caso de José fue todo lo contrario: a pesar de encontrarse en las peores condiciones posibles para servir y emprender, se mantuvo obedeciendo a sus autoridades y atendiendo las necesidades de quienes se presentaban delante de él.
2) José se mantuvo creyendo firmemente a pesar de las circunstancias. Cuando José interpretó los sueños del Faraón, en Génesis 41:32 dice: “Y en cuanto a la repetición del sueño a Faraón dos veces, quiere decir que el asunto está determinado por Dios, y Dios lo hará pronto”. ¿Quién fue la persona que se metió en tremendos líos precisamente por andar soñando dos veces “lo que no debía”? ¡Exacto! La respuesta es José. A pesar de las injusticias y el tiempo de espera en la cárcel, José se mantuvo creyendo firmemente que Dios haría exactamente aquello que Él había prometido cuando le permitió soñar que las gavillas de sus hermanos se inclinaban ante él (Génesis 37:7) y que el Sol, la luna y once estrellas se postraban delante de él (Génesis 37:9). Es como si José le dijera al Faraón entre líneas: “Tal como Dios lo hará contigo, más temprano que tarde lo hará conmigo también”.
Dios se apresura a cumplir Su palabra, literalmente buscando cualquier oportunidad para hacerla realidad en nuestras vidas. A Dios le “pican las manos” por bendecirnos, pero sólo cuando nos mantenemos fieles en el servicio y creyendo que Dios cumplirá todo lo que ha dicho, a pesar de nuestras circunstancias adversas.
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