“Porque lo que hago, no lo entiendo; porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco, eso hago”. Romanos 7:15 (LBLA).
Todo cristiano que diga la verdad, se ha identificado con estas palabras del apóstol Pablo al menos una vez. Vivimos en un mundo plagado de tentaciones que constantemente intentan seducir nuestro corazón. Aunque pretendamos vencerlas con nuestras mejores intenciones, no tardamos mucho en darnos cuenta que el pecado es más fuerte que nosotros.
“He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones”. Eclesiastés 7:29 (RVR 1960).
En el inicio, Dios hizo al hombre a Su imagen y semejanza. Por tanto, podemos afirmar que lo había apartado del pecado. Sin embargo, el hombre permitió el ingreso del pecado y a partir de entonces el corazón de la humanidad se ha corrompido, alcanzando cada vez mayores niveles de degradación.
“Pedro le dijo: Aunque tenga que morir contigo, jamás te negaré. Todos los discípulos dijeron también lo mismo”. Mateo 26:35 (LBLA).
Podemos cometer el error de pensar que nuestra fuerza, nuestros dones y habilidades pueden salvarnos. Pedro pensó así. El líder de los discípulos, el hombre a quien Jesús le entregó las llaves del Reino de los Cielos, le aseguró a Jesús que nunca le fallaría. Menos de 24 horas después, lloraría amargamente su traición. Años más tarde, el apóstol Pablo, el autor de 9 cartas en el Nuevo Pacto, escribiría:
“Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí. ¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” Romanos 7:21, 24 (RVR 1960).
Pablo encomendó a Timoteo que designara pastores fieles para dirigir la iglesia del Señor. De acuerdo con los expertos, Timoteo tendría entre 17 y 23 años cuando esto sucedió. Pablo lo envió a la iglesia más contaminada de todas: la de los corintios. Por desgracia, esa iglesia era famosa porque en ella abundaba la inmoralidad. Por eso, Pablo le escribió a Timoteo:
“Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren”. 1 Timoteo 4:16 (RVR 1960).
Es importante notar el orden de las ideas que el Espíritu Santo expresa a través de Pablo: Primero debemos cuidar nuestras vidas y después lo que predicamos. Muchos de los problemas que vemos en la iglesia de hoy, tienen su origen en que invertimos este principio. Cuando advertimos que el pecado mora en nosotros y que nuestra tendencia natural es hacia el mal, sólo nos queda admitir que necesitamos un Salvador.
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?”. Jeremías 17:9 (RVR 1960).
Jesús vino a salvarnos del poder del pecado y de la muerte… Pero también vino a salvarnos de nosotros mismos. Jesús es el sacrificio perfecto que selló un nuevo pacto eterno, que consiste en que Él mismo graba Su ley en nuestras mentes y corazones, porque por nuestro propio esfuerzo no podemos hacerlo. Esto, es completa gracia.
“Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones y en sus mentes las escribiré”. Hebreos 10:16 (RVR 1960).
¿Hay algo que podamos hacer para ser salvos de nosotros mismos? Solamente podemos invocar con todo nuestro corazón al Señor:
“Porque: TODO AQUEL QUE INVOQUE EL NOMBRE DEL SEÑOR SERA SALVO”. Romanos 10:13 (LBLA).
ORACIÓN DE HOY: Señor, invocamos Tu Nombre para que nos salves de nosotros mismos. Reconocemos que nuestro corazón tiende naturalmente al mal y a la corrupción. Solamente podemos confiar en Tu gracia perfecta y completa para que Tus leyes se graben en nuestra mente y corazón, y para hacer lo que a Ti te agrada. Por favor, sálvanos del pecado, de la muerte y de nosotros mismos. En el Nombre de Jesús, amén.
1) Que el Señor salve nuestras vidas y a nuestra familia de cometer actos que lo ofendan. Que Él nos conceda vivir en santidad y rectitud delante de Él.
2) Que nuestras autoridades espirituales sean libradas de la corrupción y de ser dominados por el pecado. Que el Señor los preserve en santidad e integridad.
3) Que el Señor conceda que nuestras autoridades terrenales sean libradas del pecado y de la muerte espiritual a través de la revelación de Jesucristo en sus vidas.
2) Que nuestras autoridades espirituales sean libradas de la corrupción y de ser dominados por el pecado. Que el Señor los preserve en santidad e integridad.
3) Que el Señor conceda que nuestras autoridades terrenales sean libradas del pecado y de la muerte espiritual a través de la revelación de Jesucristo en sus vidas.
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